Comentario
Sede inquebrantable y trono venerable del bienaventurado Pedro... domicilio de la religión cristiana, madre y patria común de todos los fieles, obra segura de todas las naciones que, desde todo el mundo, confluyen en ti. Estas palabras de Sixto V (1585-90) evidencian la ambiciosa conciencia que se tenía a fines del siglo XVI sobre el papel de Roma en el concierto mundial, como centro consolidado y triunfante del Cristianismo católico y como capital del Estado de la Iglesia.Precisamente, al iniciarse el Seicento su fisonomía urbana había dado un vuelco total. Y es que durante el pontificado de Sixto V, que se hacía llamar el restaurator Urbis, se inauguró para Roma una era edilicia sin precedentes, que determinaría su nueva estructura y su aspecto monumental, acentuando su carácter formal de organismo de representación. Todo respondía a su programa para transformar la Roma antigua y pagana en la nueva Roma cristiana, triunfante sobre la herejía. Las parciales y aisladas intervenciones llevadas a cabo sobre su casco con anterioridad culminaron entonces en la vasta y coherente planificación urbanística abordada por el papa Peretti y proyectada por su arquitecto Domenico Fontana. El plan, ideado para dar conexión viaria, tanto funcional como simbólica y visual, a las siete Basílicas romanas, además de a otros lugares de culto, conformando un itinerario de peregrinación, se concentró en la red viaria convergente en Santa Maria Maggiore -donde el papa se había construido su capilla-mausoleo, muy cerca de su gigantesca villa Montalto-. Además de superarse las murallas aurelianas, el trazado de anchas y largas calles rectilíneas, que desembocaban en dilatadas plazas -jalonadas por obeliscos paganos, elevados también en otros cruces viarios-, provocó la remodelación de iglesias y capillas y la construcción de otras nuevas, de palacios y villas, de casas de vecindad y tiendas, la reparación de desmochados acueductos y la erección de fuentes y mostre conmemorativas. Hasta se proyectó convertir el interior del Coliseo en una factoría de paños de lana para emplear a prostitutas y mendigos.En 1590, aportando las profundas claves ideológicas del proyecto: recuperar para Roma el papel de Caput mundi, Sixto V, orgulloso, decía "Y tú, Roma, no sólo necesitas la protección divina y la fuerza sagrada y espiritual, sino también la belleza que deparan las comodidades y ornamentos materiales. Por ello... no hemos dejado de estar atentos a las necesidades públicas y privadas de los ciudadanos y habitantes de esta villa... renovando lo viejo y creando lo nuevo -todo para mayor gloria de Dios todopoderoso y en honor de la Santa Sede-, hemos pretendido, con todas nuestras fuerzas, conservar toda la ciudad en toda su grandeza y esplendor".De lo ambicioso del plan y del alcance de sus valores figurativos dan idea las palabras del propio Fontana al indicar que Sixto V "ha abierto en muchos lugares varias calles anchas y rectas de forma que cada cual pueda, a pie, a caballo o en carroza, partir del lugar de Roma que quiera y llegar casi directamente a los más famosos lugares de devoción, lo que ayuda a que la ciudad se llene de gente;... siendo esas calles frecuentadas por el pueblo, se construyen... con gasto en verdad increíble. Y conforme al ánimo de tan alto Príncipe, ha trazado las dichas calles de un lado a otro de la ciudad, sin atender a los montes y los valles que por allí la atravesaban;... haciendo nivelar aquéllos y rellenar éstos, los ha reducido a suavísimas llanuras y bellos lugares, descubriéndose en los sitios por donde pasan las partes más bajas de la ciudad, con variadas y diversas perspectivas, de manera que la devoción se alimenta incluso con el deleite de los sentidos" (D. Fontana, "Della trasportazione dell'obelisco vaticano e delle fabbriche di... Sisto V", 1590).